jueves, 10 de noviembre de 2005

Por qué lloran los cocodrilos

(creapg.altervista.org)
Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, cuando la creación aún no había finalizado y las hadas y los dioses poblaban todavía la Tierra, la Ninfa de las Aguas perdió su anillo favorito, que se deslizó desde su dedo hasta las profundidades de una oscura laguna.
Por más que buscó y buscó su anillo, no lo encontraba, así que llamó en su ayuda a todos los habitantes del río. Todos se afanaron sin éxito en la búsqueda y ya daba por perdida la empresa, cuando se presentó ante ella un diminuto animal. Se llamaba dril, y era el pez más pequeño de todos los que poblaban las aguas de los ríos. Los drils eran animales muy sociables. Se reunían en grandes grupos y pasaban el día jugando y retozando con sus parejas. Como eran la principal fuente de alimento de la mayoría de las crías de los peces grandes, cada año nacían muchísimos bebés dril que jugaban protegidos en el centro del gran banco.
Haciendo una reverencia a la ninfa, el pez solicitó su permiso para intentar buscar el anillo. A ésta le hizo gracia el ofrecimiento del pequeño pez y aceptó el ofrecimiento sin muchas esperanzas.
El dril convocó al resto de la colonia y juntos bajaron hasta el fondo de la laguna, inspeccionando palmo a palmo el fondo. Así fue como uno de ellos descubrió el anillo, que había caído en un agujero dentro de una piedra. Pasando su cuerpecito por el aro, el pececillo se ensartó en él y lo subió hasta la superficie.
La Ninfa de las Aguas no cabía en sí de alegría cuando vio al pececillo subir con su preciada joya. En muestra de agradecimiento, le prometió que le otorgaría tres deseos.
- Un deseo es a menudo un arma de doble filo y es mejor que reflexiones bien antes de pedirlo - le aconsejó.
(www.comitatoparchi.it)
Tras pensárselo un poco, el diminuto pez le dijo:
- Ninfa de las Aguas: somos muy felices en nuestra colonia. Siempre estamos jugando y haciendo bromas, pero somos las más pequeñas criaturas de tu creación y todos se alimentan de nosotros. No tenemos reposo ni de día ni de noche, porque siempre tenemos miedo de que nos coman. Así que me gustaría que me convirtieras en un animal fuerte y con grandes dientes para defenderme.
- Tu especie es muy importante para las crías del Reino de las Aguas.- concedió la ninfa - Pero busca una pareja y con los dos crearé una nueva raza a la que ningún habitante de las aguas pueda devorar.
El dril se zambulló contento en busca de su pareja favorita y pronto regresó junto a la ninfa. Invocando los poderes de los que disponía, la ninfa convirtió a los pequeños pececillos en unos formidables animales de cinco metros, con grandes dientes y una cola enorme.
- ¿Has pensado ya tu segundo deseo? - pregunto la ninfa.
- Todavía no. Si nos lo permites, vamos a gozar de nuestra nueva apariencia y te llamaremos cuando hayamos reflexionado.
La ninfa se retiró y los dos nuevos animales comenzaron su nueva vida. Desde entonces, ningún pez se atrevió a intentar cazarle. Pero eran tan grandes que tenían que cazar una gran cantidad de peces para alimentarse y pronto devoraron a la mayoría de los peces de la laguna. No tardaron en darse cuenta de que se quedarían sin comida antes del siguiente año.
Así que el drilo - pues así le había rebautizado la Ninfa de las Aguas - volvió a llamar a la Nnfa de la Auas y le pidió:
- Ahora quisiéramos tener patas, para poder cazar también a los animales que beben en la orilla de la laguna.
La ninfa, que estaba preocupada porque no quedaban casi peces en la laguna, se lo pensó un momento. No podía crear animales terrestres, para eso estaba la Ninfa de la Tierra. Aunque era verdad que muchos animales de tierra pescaban a los peces de sus ríos y ella nunca se había quejado. Al cabo de un rato, decidió que era justo que también un pez cazara animales de vez en cuando.
- Te concedo tu deseo. Tendrás unas pequeñas patas con las que podrás caminar por la orilla, pero nunca podrás correr ni saltar como un animal de tierra, de la misma forma que ninguno de ellos puede nadar tan bien como un pez. ¿Estás de acuerdo? - preguntó.
(www.oficinadigital)
Al drilo le pareció que con avanzar por la orilla unos pocos metros podría capturar a sus presas fácilmente y la ninfa le dotó de cuatro pequeñas patas, suficientemente fuertes como para poder soportar su peso, pero tan cortas que apenas podía correr unos pocos metros sin agotarse.
- ¿Has pensado tu último deseo? - le preguntó la ninfa al nuevo ser, al que bautizó codrilo, para distinguirlo del anterior.
- Como tú dijiste, pedir deseos es más difícil de lo que parece. - reflexionó el animal - Esta vez nos lo pensaremos mejor antes de gastar el último.
El codrilo volvió tan contento a la laguna con sus recién estrenadas patas. Durante mucho tiempo, los codrilos fueron los señores de la laguna. Ahora, además de grandes peces, se alimentaban de garzas, crías de antílopes o cebras que se acercaban a beber. La laguna, libre de la opresión del temible depredador, volvió a florecer. Poco a poco los animales fueron aprendiendo a defenderse del codrilo. Los antílopes intentaban clavarle sus afilados cuernos, las cebras le pateaban con sus pezuñas. Las garzas picoteaban su lomo con sus largos picos. Además, cada vez que el hambriento codrilo emergía en la húmeda ribera, nubes de mosquitos se cebaban en su fina piel plateada.
El codrilo pasó mucho tiempo reflexionando antes de convocar de nuevo a la Ninfa de las Aguas.
- Ha pasado mucho tiempo, codrilo. ¿Has pensado ya tu último deseo? - le saludó la ninfa.
- Sí. Quisiera tener una piel más dura. Una coraza tan fuerte como para que ningún cuerno, pezuña ni pico pueda atravesarla, pero flexible para poder nadar y moverme por el río a mis anchas. - solicitó el codrilo.
(www.yucatan.com.mx)
La ninfa volvió a cumplir su promesa con el animal. Cubrió su lomo de una coraza de gruesas escamas que se tornaba blanda y flexible en su panza, de forma que podía nadar y girar sobre sí mismo con la misma agilidad de antes.
- Bueno, ahora eres más fuerte e invulnerable. - se despidió la ninfa - Tu aspecto ha vuelto a cambiar, así que te llamaré cocodrilo, para diferenciarte de tu antecesor. Recuerda que ya no podré ofrecerte más deseos así que, a partir de ahora, tendrás que ingeniártelas tu solito para sobrevivir.

El cocodrilo se internó en la laguna de nuevo. Al poco tiempo, cazar se volvió una tarea rutinaria y sumamente fácil. Emergía súbitamente en la orilla y podía devorar a la pieza que le apeteciera apenas sentía la punzada del hambre. Seguía siendo un formidable nadador y en la laguna ningún pez era rival para él. Sin nadie que los atacase, los cocodrilos no tenían otra cosa que hacer en todo el día y se pasaban el día tirados al sol en la ribera del río o dejándose mecer perezosamente por las corrientes. El aburrimiento les volvió cada vez más cascarrabias. Se convirtieron en seres gruñones a los que molestaba cualquier cosa que perturbara sus interminables siestas. Como peleaban a menudo entre ellos y siempre estaban de mal humor, fueron dejando de lado sus juegos amorosos. La hembra se mudó a un extremo de la laguna y las visitas de su compañero eran cada vez menos frecuentes.

El cocodrilo es, desde entonces, el rey indiscutible de la laguna. Eso sí, un rey malhumorado y aburrido, rechazado por sus congéneres y temido por sus vecinos. El más temible, pero también el más solitario de todos los animales de la creación. Por eso el cocodrilo llora cuando come. Llora recordando cuando vivía en grandes bancos con miles de amigos alegres y bulliciosos, dedicando el día entero a la diversión y a los juegos amorosos. Llora porque sabe que el precio de comerse a esa presa ha sido su propia felicidad.
(www.ferjus.bizland.com)