jueves, 4 de mayo de 2006
Hada del bosque
Venías precedida por la bruma, envuelta en un manto de vapor. Anunciada por la música de gaitas y timbales. Mis hojas se estremecieron al sentir que te acercabas. Al fin, emergiste de la niebla. Vestías un corpiño de hojas de castaño y una falda de alas de libélula. Volviste hacia mí tus ojos, azules como el agua del manantial. Avanzaste un paso más. Un rayo de sol iluminó la mies de tu pelo, tocado con una diadema de mariposas. Apoyaste tu brazo en mi tronco con la elegancia de una bailarina para subir la cinta de junco de tu sandalia. Percibí tu aliento de menta; aspiré tu perfume de jazmín; sentí el roce delicioso de tu blusa de pétalos de rosa. Sonreíste al notar cómo temblaba y seguiste tu camino junto a tu séquito de adoradores: músicos y bailarines, saltimbanquis y malabaristas, duendes y pastores, ninfas del bosque, aves de plumaje multicolor y - desde ese mismo momento - un joven sauce.
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