martes, 13 de septiembre de 2005

Tercer Planeta, lugar de vacaciones (Capítulos I a IIII)

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La alarma saltó en el Centro de Seguimiento de Robledo de Chavela, en España (CSRC-Spain, para el resto del mundo).

Cuando el SEE (Sistema de Escucha Extraterrestre) comenzó a emitir las coordenadas, el operador saltó de su silla sobresaltado. Eran las dos de la mañana, y se encontraba en ese estado de semiinconsciencia tan habitual entre los operadores de noche, cuyo único cometido consistía en vigilar los monitores, que a su vez vigilaban los procesos que se ejecutaban en máquinas cuya ubicación física desconocían.
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Mirar durante siete horas seguidas las seis grandes pantallas, en las que parpadeaban constantemente líneas con texto negro sobre fondo verde, esperando que una línea cambiara a amarillo o rojo era una labor estúpida y repetitiva, así que Juan había desarrollado una pequeña aplicación en su propio PC que vigilaba por su lado la salida de los procesos antes de que se enviaran a la consola y le informaba si alguno emitía una alarma. Esto le había mantenido ocupado unas semanas, pero el efecto – muy a su pesar – fue el contrario al deseado, porque ahora no tenía nada que hacer en toda la noche. Su programa le avisaba acústicamente y pasaba las noches en un estado de duermevela.

Lo primero que pensó fue que su programa fallaba, pero en el monitor de la consola una línea había pasado del verde al rojo: “Es extraño, juraría que nunca había saltado ese testigo”, pensó mientras abría el manual de operaciones. Recorrió con el dedo la lista de códigos hasta encontrar el que buscaba: “SEE-501” – repitió mentalmente – “página 187”. Abrió el manual por la página adecuada. “A ver... acciones correctoras... ¡que raro, no hay!. ¿Y teléfono del responsable?... menos mal, al menos puedo llamar a alguien.” Marcó el número de teléfono mecánicamente. “Un móvil – pensó – espero que no lo tenga apagado, o el coordinador se va a pillar un cabreo...”. A la sexta llamada, una voz somnolienta respondió al otro lado de la línea:
- ¿Hello, who is calling?
- ¡Joder, la hemos cagao, un guiri! – no es que le cayesen mal los extranjeros, pero su inglés no era precisamente fluido – Jelo, jiar Juan Domínguez, from di si-es-er-si-espain, güi jaf an craitical alarm on auer scrins - farfulló como pudo, sintiéndose estúpido e ignorante, como siempre que tenía que hablar en inglés.

La siguiente frase fue como un bálsamo para sus oídos:
- ¿Juan? Soy Luis Robles. – Luis y él habían coincidido en varios seminarios el año anterior - ¿qué pasa? ¿por qué me llamas a estas horas?
- Luis, ¡menos mal, chico!. Perdona que te despierte, pero tengo una alarma en el SEE, y no hay ningún procedimiento en el manual.
- ¿En el SEE? – preguntó Luis asombrado - ¿Estás seguro? ¿Qué código de alarma tienes?
- Un cinco cero uno – respondió Juan con un deje de familiaridad, “que se note que estamos acostumbrados a estas cosas...” pero no tuvo tiempo ni de acabar de pensarlo, porque del otro lado del teléfono, le llegó una especie de aullido:
- ¡Juan, voy para allá ahora mismo, no pierdas de vista el monitor!. ¿Tienes una consola de AIX?
- Por supuesto, tengo varias...
- Pues arranca una sesión contra sep001, user eepeese, pasgüor pajarobobo, y llama a eeesepeceteerreele con un forc a salidapuntolog. ¡Estoy allí en veinte minutos!

El chasquido del teléfono casi le dolió en el oído. “Pues sí que está histérico el Luis éste. Ni que la NASA fuese suya” – pensó mientras se sentaba delante de la consola y tecleaba lo que le acababan de decir - “pajarobobo, hay que j... con éstos y sus pasgüors... ya está. Ahora, eespctrl | fork ... espero que sea todo en minúsculas... ¡pues sí, parece que es esto!”
La pantalla comenzó a lanzar líneas ininteligibles de coordenadas:

x=1677E-10 y=18993E26 z=46145E02 v=7,133
x=1674E-10 y=18900E26 z=46149E02 v=7,132
x=1670E-10 y=18741E26 z=46156E02 v=7,134 ...

“Bueno, ya está hecho. Ahora, a esperar a éste. Pues me ha fastidiado la noche, hoy que quería descansar para quedar con Pili prontito...”


(www.sorgonet.com/security/tea/)

Luis conducía mecánicamente. Sus ojos, manos y pies reaccionaban de forma refleja ante el cambiante microcosmos iluminado por los faros. Alrededor, la nada se extendía en todas direcciones excepto aquel reflejo rojizo que se dibujaba en el retrovisor. Pero su cabeza estaba más allá: más allá de la sinuosa carretera de montaña, más allá de la oscuridad que le rodeaba, más allá de las estrellas que se vislumbraban intermitentemente entre las sombras de las copas de los árboles. A millones de kilómetros de distancia, un objeto de velocidad variable se acercaba al sistema solar. Al menos, así debería ser si el sistema de escucha funcionaba correctamente.
En las simulaciones el sistema se había comportado bien pero nunca habían podido contrastarlo con datos reales. Era la primera vez en tres años que devolvía una alarma, y no las tenía todas consigo. Mentalmente se iba preparando para la decepción: seguramente sus cálculos serían erróneos; la atenuación de la señal en el espacio o la distorsión provocada por los campos magnéticos de otros cuerpos celestes podrían haber devuelto una lectura equivocada; quizás los algoritmos no eran los correctos... En estos momentos, hasta dudaba de la posibilidad de que se pudiera interpretar el retorno de las ondas emitidas desde la Tierra. Demasiadas incógnitas en juego, demasiadas excepciones que no sabían tratar. En todo caso, lo único que podía hacer era acercarse al centro de seguimiento y ver los datos con sus propios ojos.

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El coche dio un bandazo a la salida de la curva. Había pisado el arcén, tapizado de pinaza seca. Tuvo que dar un volantazo para evitar salirse directamente al pinar. A éste le sucedió otro y otro... estaba perdiendo el control del vehículo. Las luces iluminaban ahora la ladera de la montaña, ahora el talud, la carretera había desaparecido, no conseguía orientar el morro, las ruedas gimieron, algo golpeó debajo suyo y una rama entró por el parabrisas con gran estrépito.
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Juan releyó por tercera vez las notas de turno. No le hacía gracia tener que dejar mal a un compañero, pero aquél tipo se lo había ganado a pulso. Había pasado la noche escuchando el pitido del monitor y no se atrevía a cerrar la sesión abierta en la consola. En la pantalla, las líneas de coordenadas continuaban saliendo a razón de una cada tres segundos. De puro aburrimiento estuvo un rato cronometrándolas. Para ser más exactos lo hizo cinco veces a lo largo de la noche. No sabía que conclusión podría sacar si en lugar de un segundo y medio tardaban seis y cuarto, o sólo medio segundo, pero no tenía nada mejor que hacer. Bueno, eso y calificar mentalmente a la familia de Luis Robles, que culpa tendrían los pobres.
Pero Luis no dio señales de vida. No apareció en toda la noche. El móvil daba desconectado o fuera de cobertura; buscó el teléfono de su casa, pero no apareció tampoco por ningún lado y la noche, mirando de reojo el monitor de la cámara de seguridad de la entrada, se le había hecho interminable. Parecía como si llevara semanas allí encerrado, sin más pasatiempo que mirar las líneas que seguían llenando con exasperante regularidad la pantalla de su monitor.
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Y Luis, sin venir. Estos jefes de proyecto eran la leche. Seguro que había decidido pasarle el marrón a algún becario, que aparecería a las nueve de la mañana recién afeitado y mas despistado que un piojo en la cabeza de un calvo, detrás de sus enormes gafas de concha. Y a él, que le zurzan ¿no?.
No podía dejar el incidente abierto, sin más. ¿Cómo justificaba a su relevo aquella sesión abierta? y ¿qué le decía que hiciera con ella? Odiaba rellenar informes. Varias veces había estado a punto de cortar el proceso y mandarlo todo a freír espárragos. Así no tendría que justificar nada. Pero, si aparecía Luis por la mañana o mandaba a alguien ¿qué iba a decirles? Así que finalizó la descripción de la incidencia con un lacónico: "Esperar a la llegada del Jefe de Proyecto".
Santiago entró en la sala a las siete y cinco de la mañana, fresco y recién afeitado, y encontró a un Juan cabreado, que esperaba impaciente con el abrigo puesto y la mochila preparada para marcharse.
- Qué pasa, Juanito...¿Cómo ha ido todo?¿Alguna novedad? - preguntó con aire rutinario, como hacía cada mañana, pero con cuidado de no acentuar demasiado ninguna palabra. - "Joder, parece muy enfadado, cualquiera le tose.." - pensó para sus adentros.
- Ahí te dejo las notas de turno. Cuando vengan del proyecto SEE, les dices que en la consola cuatro tienen volcándose sus datos. Menuda noche me han dado. - y dando un portazo, salió de la sala como un vendaval.
"Lo dicho, éste se ha quedado sin polvo este finde" - pensó Santiago mientras se sentaba en su silla y abría el documento - "¡Pero si no ha pasado nada!, una alarma en ese-e-e. Pues no entiendo a que viene esto. Si le hubiera tocado lo que a mí... algunos se quejan de vicio. Pues nada, ahí se queda en la consola, y a esperar a que vengan..."
Cuando, a las doce de la noche, apareció Juan a hacer su relevo, estaba de un humor de perros. Había discutido con Pili. Ella quería pasar la semana santa en el apartamento de Benidorm, con su madre, su hermano y sus sobrinos. No entendía por qué no podía pedirse un día libre, total, solo un día. ¿Es que los otros no faltaban cantidad de veces?¿Acaso no le tocaba a él doblar turnos para suplir a Santiago o a Miguel? Lo que pasaba es que él no tenía huevos. Los demás le tomaban por idiota. Claro, cuando era ELLA la que le necesitaba, no podía hacer nada; pero que se lo pidiera un compañero: entonces se bajaba los pantalones hasta los tobillos.
Había dejado en el bolsillo el anillo que le había comprado, furioso. "¡Si seré imbécil...me dejo la pasta en esta porquería, que cuesta el sueldo de tres meses... me harto a doblar turnos por pillar dos duros...es que soy idiota. Todas las mujeres son iguales. Mi madre, mis hermanos, mi menda y, por último, el payaso de mi marido!"
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Miguel estaba tomándose el último café de la tarde, recostado indolentemente en la butaca. Le recibió con un guiño familiar:
- Que tal, Juanito, dice Santi que anoche te piraste cabreado. Tranquilo, tío. ¿No lo ves? Al final ni se han pasado por aquí los del ese-e-e. No te agobies, chaval, que estos son todos iguales. Mira, ahí sigue la consola escupiendo líneas como loca. Por cierto, que el fichero de log ya ocupa 20 megas, pero no te preocupes, que ya me han ampliado el failsistem. - Al ver que Juan no le respondía, prosiguió como si nada - Bueno, yo me piro que esta noche tengo partida de póker. Abur, chavalote - terminó mientras se dirigía a la puerta.

Juan lanzó una mirada de odio a la consola, que continuaba emitiendo su informe a intervalos regulares:

x=423E-10 y=5317E26 z=6212E03 v=3,100
x=419E-10 y=5284E26 z=6239E03 v=3,110
x=416E-10 y=5226E26 z=6248E03 v=3,108
...


La madre que les... ¡pues se van a jorobar!. ¡Si es tan urgente, que vengan ellos a arrancarla! Tecleó furiosamente: controlcé, controlcé, controlcé, quilmenosnueve... y después, con gran dignidad, se dirigió parsimonioso a la máquina del café.






La nave atravesaba a velocidad vertiginosa la galaxia. Todos sus viajeros dormían, mientras el piloto automático ajustaba la velocidad para evitar las órbitas de los asteroides erráticos. Habían salido de la velocidad de crucero hacía rato, y la nave desaceleraba paulatinamente a medida que se acercaba a su destino. La computadora inició la secuencia de acercamiento. Los durmientes fueron despertando poco a poco, entumecidos aún por el efecto del narcótico. Una luz tenue iluminó la sala de hibernación y las carcasas de los nichos se abrieron dispersando una pequeña nube de vapor.

Zaus se acercó al tablero de control. Tratando de enfocar sus ojos, observó cuidadosamente la pantalla de navegación.
- Estaremos en órbita en unos instantes - anunció al resto del grupo.
- De acuerdo, cariño. Déjanos un momento, porque Hercles se ha vuelto a levantar mareado - respondió Hara.
- Intenta que no manche otra vez el suelo de la cabina, por favor. - respondió su marido - No me apetece nada hacer todo el camino de vuelta con ese asqueroso olor flotando por todas partes.
- Vale, vale...¡Temisa, deja en paz a tu hermano! - la mano de Hara chasqueó sobre la nuca de la niña, que se dedicaba a dar vueltas alrededor del mareado pequeño.



Zaus volvió a concentrarse en el tablero. Allá abajo, su destino refulgía bajo la luz de su única estrella.
- Mira, Hara, es más bonito aún de lo que recordaba. Mira qué mares, qué hermosas bahías... estoy deseando aterrizar y darme un baño en aquella pequeña calita - añadió señalando un lugar del mapa.
- Sabía que era buena idea volver, cariño, aunque estuviera tan lejos - respondió su compañera, orgullosa.
- Ya, pero eso que dicen de los insectos... espero que no sea verdad que se han multiplicado, no me apetece nada tener que pasar todo el día fumigando a mi alrededor.
- Ya veremos. Ya sabes que estos destinos exóticos suelen ser así, aunque muchas veces sólo se trata de leyendas, que propagan los viajeros para que la gente no venga y preservar su pureza. La otra vez no había tantos, ¿verdad?

Zaus sonrió recordando su primera visita, nada más nacer los pequeños. Hercles correteando por todas partes... Temisa dibujando riachuelos con su manita... cuántas veces habían recordado juntos aquellas vacaciones frente al álbum de recuerdos...






continuará...

8 comentarios:

  1. Que sorpresa, estoy totalmente admirada: además de poeta, narrador, y muy bueno en los dos géneros. Te digo con toda sinceridad, que te admiro mucho.

    Este relato, en mi opinión (una lectura, jamás la lectura) mezcla tiempos, el origen y el presente y vas del presente al origen, como la literatura.

    Te dejo un beso.

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  2. Lo tomaré como un halago, querida Magda, ya que dudo mucho de la calidad del relato y sé bien de tu fino ojo como lectora.
    En todo caso, muchísimas gracias por pasar por aquí y por animarme.
    P4B10

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  3. Habrá que esperar la segunda parte... La primera me ha atrapado. Felicitaciones!

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  4. Me alegro de que te haya gustado, y prometo continuar. No sé si te habrá decepcionado encontrarte con un (continuará...) al final. Creo que voy a incluir en el título la palabra -inconcluso- para avisar. Anteriormente, estaba publicado en capítulos y, al figurar la palabra 'capitulo' en el título, estaba más claro.
    El resto de los textos del blog están completos. Lo que pasa es que este relato está saliendo más largo.
    Lo dicho, gracias por tu amable comentario.

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  5. Pues a mi también me atrapaste y mira que odio leer relatos muy largos en internet, me deja los ojos llorosos, pero...me gustó, y mucho!!!
    Saluditos

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  6. Gracias, Hechicera, por tus amables palabras. Como reza el final, continuará...

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  7. Enhorabuena, creo que tu relato, de lectura fluída y amena, consigue cautivar al lector. El tema que planteas me parece muy atractivo e interesante: el juego entre los diferentes planos del espacio-tiempo. No se si será así, pero eso me sugiere esta parte (habrá que esperar la siguiente). Muy buen relato, me cautivó.
    Un saludo.

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  8. Muchas gracias, Toti. Me alegra que te vaya enganchando. Espero que la continuación te guste también. Ya hay una capítulo en ciernes...

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