Soñé que corríamos de la mano entre el trigo verde. Tu sombrero colgando de una cinta, tu cabello multiplicando los rayos de sol.
Nuestras manos se separaron un poco. Sentimos que una brisa refrescante se colaba entre nuestros dedos. Dejamos que las manos se deslizaran permitiéndole recorrer nuestra piel. Nos separamos un poco más para que besara nuestras palmas. Otro poquito y su frescura se enredaba entre nuestros dedos haciendo remolinos. El roce se volvió más sutil: un puente cálido entre dos continentes, un contacto ligero más allá de toda materia.
Tan sólo vacilé un segundo. Manoteé unos instantes buscando tu mano. Mis dedos sin plumas no se sustentaron en el aire.
La tormenta rompió bruscamente. Una tromba de agua empapó nuestra felicidad; su ceniza enlutó mis trigales; su noche tomó tu cielo azul. Caí trazando una lenta espiral hacia el pozo de la realidad. Nunca más tu cabello al viento, multiplicando los rayos de sol.
Un bello texto, aunque triste en su final. La realidad ¿siempre se impone?
ResponderEliminarHay veces que no sabemos o no queremos identificar ese viento que se "cuela" entre nuestras manos y las de las personas que queremos. Muchas veces ese viento es sólo silencio y otras un ruido ensordecedor. ¿Qué estrella se cruzó en el cielo en ese instante que nos asegura un agujero calentito, vacío y triste de tranquila incapacidad?
ResponderEliminarEs que el viento, es el viento. Escapa de mis posibilidades, de mis capacidades, de mi naturaleza.
¿Suceden las cosas sin que nada podamos hacer?
Quiero pensar que no.