jueves, 10 de noviembre de 2005

Por qué lloran los cocodrilos

(creapg.altervista.org)
Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, cuando la creación aún no había finalizado y las hadas y los dioses poblaban todavía la Tierra, la Ninfa de las Aguas perdió su anillo favorito, que se deslizó desde su dedo hasta las profundidades de una oscura laguna.
Por más que buscó y buscó su anillo, no lo encontraba, así que llamó en su ayuda a todos los habitantes del río. Todos se afanaron sin éxito en la búsqueda y ya daba por perdida la empresa, cuando se presentó ante ella un diminuto animal. Se llamaba dril, y era el pez más pequeño de todos los que poblaban las aguas de los ríos. Los drils eran animales muy sociables. Se reunían en grandes grupos y pasaban el día jugando y retozando con sus parejas. Como eran la principal fuente de alimento de la mayoría de las crías de los peces grandes, cada año nacían muchísimos bebés dril que jugaban protegidos en el centro del gran banco.
Haciendo una reverencia a la ninfa, el pez solicitó su permiso para intentar buscar el anillo. A ésta le hizo gracia el ofrecimiento del pequeño pez y aceptó el ofrecimiento sin muchas esperanzas.
El dril convocó al resto de la colonia y juntos bajaron hasta el fondo de la laguna, inspeccionando palmo a palmo el fondo. Así fue como uno de ellos descubrió el anillo, que había caído en un agujero dentro de una piedra. Pasando su cuerpecito por el aro, el pececillo se ensartó en él y lo subió hasta la superficie.
La Ninfa de las Aguas no cabía en sí de alegría cuando vio al pececillo subir con su preciada joya. En muestra de agradecimiento, le prometió que le otorgaría tres deseos.
- Un deseo es a menudo un arma de doble filo y es mejor que reflexiones bien antes de pedirlo - le aconsejó.
(www.comitatoparchi.it)
Tras pensárselo un poco, el diminuto pez le dijo:
- Ninfa de las Aguas: somos muy felices en nuestra colonia. Siempre estamos jugando y haciendo bromas, pero somos las más pequeñas criaturas de tu creación y todos se alimentan de nosotros. No tenemos reposo ni de día ni de noche, porque siempre tenemos miedo de que nos coman. Así que me gustaría que me convirtieras en un animal fuerte y con grandes dientes para defenderme.
- Tu especie es muy importante para las crías del Reino de las Aguas.- concedió la ninfa - Pero busca una pareja y con los dos crearé una nueva raza a la que ningún habitante de las aguas pueda devorar.
El dril se zambulló contento en busca de su pareja favorita y pronto regresó junto a la ninfa. Invocando los poderes de los que disponía, la ninfa convirtió a los pequeños pececillos en unos formidables animales de cinco metros, con grandes dientes y una cola enorme.
- ¿Has pensado ya tu segundo deseo? - pregunto la ninfa.
- Todavía no. Si nos lo permites, vamos a gozar de nuestra nueva apariencia y te llamaremos cuando hayamos reflexionado.
La ninfa se retiró y los dos nuevos animales comenzaron su nueva vida. Desde entonces, ningún pez se atrevió a intentar cazarle. Pero eran tan grandes que tenían que cazar una gran cantidad de peces para alimentarse y pronto devoraron a la mayoría de los peces de la laguna. No tardaron en darse cuenta de que se quedarían sin comida antes del siguiente año.
Así que el drilo - pues así le había rebautizado la Ninfa de las Aguas - volvió a llamar a la Nnfa de la Auas y le pidió:
- Ahora quisiéramos tener patas, para poder cazar también a los animales que beben en la orilla de la laguna.
La ninfa, que estaba preocupada porque no quedaban casi peces en la laguna, se lo pensó un momento. No podía crear animales terrestres, para eso estaba la Ninfa de la Tierra. Aunque era verdad que muchos animales de tierra pescaban a los peces de sus ríos y ella nunca se había quejado. Al cabo de un rato, decidió que era justo que también un pez cazara animales de vez en cuando.
- Te concedo tu deseo. Tendrás unas pequeñas patas con las que podrás caminar por la orilla, pero nunca podrás correr ni saltar como un animal de tierra, de la misma forma que ninguno de ellos puede nadar tan bien como un pez. ¿Estás de acuerdo? - preguntó.
(www.oficinadigital)
Al drilo le pareció que con avanzar por la orilla unos pocos metros podría capturar a sus presas fácilmente y la ninfa le dotó de cuatro pequeñas patas, suficientemente fuertes como para poder soportar su peso, pero tan cortas que apenas podía correr unos pocos metros sin agotarse.
- ¿Has pensado tu último deseo? - le preguntó la ninfa al nuevo ser, al que bautizó codrilo, para distinguirlo del anterior.
- Como tú dijiste, pedir deseos es más difícil de lo que parece. - reflexionó el animal - Esta vez nos lo pensaremos mejor antes de gastar el último.
El codrilo volvió tan contento a la laguna con sus recién estrenadas patas. Durante mucho tiempo, los codrilos fueron los señores de la laguna. Ahora, además de grandes peces, se alimentaban de garzas, crías de antílopes o cebras que se acercaban a beber. La laguna, libre de la opresión del temible depredador, volvió a florecer. Poco a poco los animales fueron aprendiendo a defenderse del codrilo. Los antílopes intentaban clavarle sus afilados cuernos, las cebras le pateaban con sus pezuñas. Las garzas picoteaban su lomo con sus largos picos. Además, cada vez que el hambriento codrilo emergía en la húmeda ribera, nubes de mosquitos se cebaban en su fina piel plateada.
El codrilo pasó mucho tiempo reflexionando antes de convocar de nuevo a la Ninfa de las Aguas.
- Ha pasado mucho tiempo, codrilo. ¿Has pensado ya tu último deseo? - le saludó la ninfa.
- Sí. Quisiera tener una piel más dura. Una coraza tan fuerte como para que ningún cuerno, pezuña ni pico pueda atravesarla, pero flexible para poder nadar y moverme por el río a mis anchas. - solicitó el codrilo.
(www.yucatan.com.mx)
La ninfa volvió a cumplir su promesa con el animal. Cubrió su lomo de una coraza de gruesas escamas que se tornaba blanda y flexible en su panza, de forma que podía nadar y girar sobre sí mismo con la misma agilidad de antes.
- Bueno, ahora eres más fuerte e invulnerable. - se despidió la ninfa - Tu aspecto ha vuelto a cambiar, así que te llamaré cocodrilo, para diferenciarte de tu antecesor. Recuerda que ya no podré ofrecerte más deseos así que, a partir de ahora, tendrás que ingeniártelas tu solito para sobrevivir.

El cocodrilo se internó en la laguna de nuevo. Al poco tiempo, cazar se volvió una tarea rutinaria y sumamente fácil. Emergía súbitamente en la orilla y podía devorar a la pieza que le apeteciera apenas sentía la punzada del hambre. Seguía siendo un formidable nadador y en la laguna ningún pez era rival para él. Sin nadie que los atacase, los cocodrilos no tenían otra cosa que hacer en todo el día y se pasaban el día tirados al sol en la ribera del río o dejándose mecer perezosamente por las corrientes. El aburrimiento les volvió cada vez más cascarrabias. Se convirtieron en seres gruñones a los que molestaba cualquier cosa que perturbara sus interminables siestas. Como peleaban a menudo entre ellos y siempre estaban de mal humor, fueron dejando de lado sus juegos amorosos. La hembra se mudó a un extremo de la laguna y las visitas de su compañero eran cada vez menos frecuentes.

El cocodrilo es, desde entonces, el rey indiscutible de la laguna. Eso sí, un rey malhumorado y aburrido, rechazado por sus congéneres y temido por sus vecinos. El más temible, pero también el más solitario de todos los animales de la creación. Por eso el cocodrilo llora cuando come. Llora recordando cuando vivía en grandes bancos con miles de amigos alegres y bulliciosos, dedicando el día entero a la diversión y a los juegos amorosos. Llora porque sabe que el precio de comerse a esa presa ha sido su propia felicidad.
(www.ferjus.bizland.com)

domingo, 30 de octubre de 2005

El Beso

Para ti, niña mía.

El beso

Nuestros labios apenas se tocaron. Dos lienzos de seda que se acariciaban mecidos por una suave brisa. Mi boca recorría su hermoso rostro apenas rozando su piel, como el ala de un pájaro que besara su terciopelo. Ella se estremecía a cada contacto, su vello se erizaba al sentir mi aliento en su cuello, mi boca regresando hacia la suya lentamente, deteniéndose en cada centímetro de piel.Ejercí con los míos una ligera presión y los suyos respondieron carnosos como un albaricoque maduro. Cada pliegue se abría como un colchón blando que espera ser mullido por dos amantes. Tomé su labio inferior entre los míos, capturándolo en un abrazo suave y dilatado. Su boca se entreabrió dejando escapar un leve suspiro, respondiendo a la presión con un ligero temblor y alargándose de nuevo en busca de los míos, que esperaban a un milímetro suyo la respuesta de su boca tierna y jugosa.Acaricié su piel con la punta de mi lengua, humedeciendo lo que el fuego había secado. Ellos se abrieron más, ofreciéndose agradecidos a la caricia, gozando de la humedad recuperada. Mis caricias fueron subiendo en intensidad, buscando la gruta de su secreto, acariciando la lengua que me esperaba temblorosa de deseo. Recorrí cada rincón de su boca con mis caricias, conjurando en cada arabesco a las llamas que crecían en mi interior. Su lengua buscaba en la mía las chispas que trasmitían el fuego que nos consumía. Como cera derritiéndose, nuestros cuerpos se fusionaban en uno solo. El mundo ya no existía, licuado por la lava de nuestro volcán.Ella respondía a mi boca chupando, lamiendo, mostrando a las claras sus deseos. Ahora su lengua era como un pequeño clítoris que recibía los embates de la mía, estremecido. Ahora, sus labios recibían a mi lengua agradecidos, capturándola y recorriéndola en un anticipo impaciente de la próxima visita de mi miembro. Cada vez que abandonaba sus labios en busca de su cuello, éstos se abrían en un gesto sensual, premonitorio, formando un círculo perfecto, gimiente y ávido de aquello que esperaban recibir.Nuestros corazónes se acompasaron, interpretando al unísono un crescendo sin fin. La sangre se agolpaba en nuestras mejillas. Mis manos ansiando encontrar el roce de su piel, nuestras bocas fundidas en una danza sin fin.

martes, 27 de septiembre de 2005

Piloto automático

(www.renault.es)

Las últimas luces de la tarde bañaban de rojo el paisaje mientras el automóvil recorría a toda velocidad la recta.
- Adoro hacer el amor de esta forma - ronroneó Sara a la par que el auto se precipitaba por una suave pendiente, levantando imperceptiblemente sus nalgas de los muslos de su compañero.
Alex respondió con un suspiro cuando el final de la pendiente presionó largamente el cuerpo de su amante sobre él.
- Lástima que el recorrido dure tan poco, - murmuró en su oído - en media hora habremos llegado.
Habían elegido ese trayecto por la suavidad de sus toboganes, que superaban en línea recta las interminables colinas de la meseta antes de descender la abrupta pendiente que les llevaba a su destino, a orillas del mar. Era una pista muy frecuentada por las parejas de enamorados. Ideal para hacer el amor por el camino y pasar el fin de semana junto al mar.
Sincronizaron su clímax con los últimos traqueteos del puerto, justo antes de desembocar en la corta llanura que se extendía hasta la orilla.
Sara terminaba de retocar su peinado cuando el vehículo se detuvo en la entrada del hotel. Haciendo caso omiso a la mirada pícara del portero, salió al exterior alisando su falda.
- No entiendo por qué a la gente no le gustaba al piloto automático - comentó con un guiño a su novio.
- Bueno, tengo entendido que conducir disparaba la adrenalina al personal.
- Pues yo prefiero que me disparen otras cositas... - susurró Sara a su oído, sujetando la mano de èl sobre su cadera y mirándole fijamente a través de las gafas tintadas.
Se acercaron a recepción y Alex pasó la tarjeta por el lector. Una voz metálica, carente de inflexión, le saludó:
- Bienvenido al complejo Marparaíso, señor. Mi nombre es Mary Mar. Su habitación es la 2102. Los ascensores se encuentran a su derecha. Esperamos que su estancia sea de su agrado. Si se le ofrece cualquier cosa, no dude en solicitar nuestra ayuda.
- Vale, vale, chatarrilla - comentó jocosamente Alex, sin separar la mano de la cadera de Sara - devuélveme ya mi tarjeta.
Se dirigieron al ascensor. Las puertas se abrieron automáticamente y sonrieron con satisfacción al observar el moderno interior. Nada más entrar, la pared semicircular se iluminó mostrando un paisaje de ensueño: una playa paradisíaca que se extendía hasta los acantilados que se perdían a lo lejos entre la bruma. Un mar esmeralda rompía en grandes olas, coronadas con penachos de espuma. La copa de una palmera cargada de cocos asomaba por la derecha, arrojando su fresca sombra a sus pies.

(www.playaelagua.info)

- Esto promete... - sugirió ilusionada Sara, aspirando el aroma a brisa marina... - parece que es de última generación.
- ¿A su habitación, señores? - sugirió la voz metálica.
- Sí, Mary Mar. ¿Sabes si ha llegado ya el equipaje?
- Su equipaje está listo, señor.
- Gracias.
- A su servicio.
El ascensor frenó suavemente en el piso 21. Las puertas se abrieron hacia un pequeño recibidor de paredes acristaladas. Sus pasos crujieron sobre la moqueta de poliplasma que simulaba la arena de la playa. La vista sobre la bahía era excelente. Pararon unos segundos a contemplar el vuelo de las gaviotas, que evolucionaban sospechosamente a su altura.
- Son imágenes sintéticas - comentó desilusionada Sara.
- ¿Qué esperabas? ¿Una gaviota volando delante de cada vestíbulo?
- Ya, pero preferiría que no las pusieran. Así, si pasa una, sé que es de verdad...
- Pues a mí me parece bien. Vamos, estoy deseando bajar a la playa - tiró de su mano hacia el pasillo.
Una puerta se abrió silenciosa ante ellos y la voz de Mary Mar les dio la bienvenida por enésima vez.
- Su habitación, señores. Esperamos que todo sea de su gusto.
- Sí, gracias - respondió Alex mecánicamente mientras la puerta se cerraba a sus espaldas.
- Nos cambiamos rápido y bajamos a ver la bahía, ¿vale? - comenzó a urgir a su compañera, que estudiaba el interior del armario.
- Si, claro. ¿Crees que me sentará bien? - preguntó estirando sobre su ropa un bañador plateado de profundo escote en uve que debería mostrar generosamente su ombligo.
- Claro, cariño. Ya sabes que a tí todo te queda de maravilla..
- Ya. Pero... ¿No crees que me hace el pecho pequeño? - Se volvió hacia el espejo ajustando la prenda contra su cuerpo. El contacto del tirante sobre la piel desnuda de su hombro activó el autocolor, tornando la prenda del color crema del techo. - Mary Mar, ¿podrías activar las paredes? Quiero ver cómo me queda el azul cielo...
Inmediatamente las paredes y el techo de la habitación se cambiaron, mostrando una imagen de playa parecida a la del ascensor aunque, esta vez, pequeñas olas rompían a su alrededor mansamente.
- Mary Mar: fuera volumen, olor. - ordenó Alex - No los necesitas para cambiarte, ¿verdad?
- Da igual, tesoro. ¿Qué tal me queda ahora?
Al girarse sobre sí mismo no pudo reprimir un silbido de admiración. Realmente estaba espléndida. El ajustado bañador cubría elegantemente su pubis y ascendía separándose bajo su ombligo en dos líneas cada vez más delgadas hasta sus hombros, adheriéndose a sus pechos. El cambiante azul del cielo, transitado por ligeras nubes movidas por el viento, contrastaba con la piel morena de la joven. Sara se dio la vuelta coqueta, alzándose sobre las puntas de los pies. Las líneas rectas y angulosas de la parte delantera producían un agradable contraste con la suavidad de las curvas de la insinuante parte posterior, cuyos tirantes trazaban una ligera curva que iba pronunciándose suavemente hasta cerrarse al final de su espalda.
- Deliciosamente abajo - murmuró para sí Alex.
- ¿Decías? - se volvió coqueta de nuevo.
- Nada, nada, que me gusta mucho.
- ¿De verdad? ¿No me hace algo gorda?
Nunca entendió la manía de las mujeres en insistir sobre sus posibles defectos. Ella sabía perfectamente que no le sobraba ni un gramo. Pasaba horas al día revisando su controlador biótico.
- Cariño, sabes que no te sobra ni te falta nada - avanzó abrazándola.
- Espera, espera... - le separó unos pasos - ¿seguro que está bien?

(www.jwgetaways.com)

- Sí, mi amor. - no pudo ocultar un deje cansino - Venga, vamos abajo. - Terminó, enfrentándose a su vez al estante de los bañadores. En un santiamén se había desnudado y vestía un tanga irisado, cuya bolsa sujetaba firmemente su sexo, mostrando su pubis rasurado.
- ¿No te vas a poner el autocolor? - le preguntó Sara, contemplando apreciativamente su anatomía.
- No podría competir con el tuyo... parece que vamos de uniforme.
- Ya, pero me gusta más la forma del otro
Alex se preguntó qué quería decir con lo de 'la forma del otro'. A él todos le parecían iguales. Siempre los elegía exactamente a la medida de sus genitales, y las tiras que se ajustaban a sus caderas y pasaban entre sus glúteos tenían prácticamente el mismo grosor. Salvo el color, le parecía imposible diferenciarlos, pero decidió no decir nada.
- Mañana me lo pongo, mi vida. ¿Bajamos ya? - añadió con ligera impaciencia.
- Sí, espera un instante, que me cambio de calzado.
Sara se inclinó calzándose unas sandalias plateadas. Reguló la altura del tacón con un gesto mecánico. Sacó un lápiz de pintura de su bolso y fué tocando suavemente cada uña del pie. Tocó ligeramente su bañador para sincronizar el color. Las pequeñas nubes comenzaron a deslizarse de una uña a otra con deliciosa cadencia. Tomó el pequeño bolso rápidamente y salieron.

Tomando la mano de la muchacha, Alex se dirigió al ascensor. En un santiamén estaban en el espacioso hall, recorrido por unos pocos huéspedes. Un hombre entrado en años tomaba un cocktail apoyado indolentemente en la barra. La que parecía su esposa cubría su cuerpo con una gasa arcoiris anudada al cuello que ocultaba parcialmente su bañador de color mimbre. Unos niños jugaban entre los sofás con sus pistolas siderales. Alex no pudo reprimir una oleada de furor al observar la mirada lasciva con que el hombre acompañaba los movimientos de Sara. La decoración del hall, en madera y mimbre, hacía que el bañador de ella se mostrara prácticamente del color de su piel, provocando la sensación de que iba desnuda. Una ninfa desnuda, vestida únicamente con unas sandalias plateadas de tacón invisible y unas gafas de sol tornasoladas.
Miró de reojo a su compañera. Avanzaba altiva, consciente de su imponente aspecto. Estaba acostumbrada a provocar esa reacción en los demás. Se diría que, hasta cierto punto, disfrutaba de la situación, sintiéndose admirada y deseable. "Bueno, al menos le sirve para algo tanto dinero invertido en su aspecto" - pensó acelerando el paso mientras sentía sobre su espalda la mirada evaluadora de la dama. Esta vez fue Sara la que aceleró perceptiblemente.
Llegaron hasta la inmensa cristalera que se abría hacia el exterior y pararon unos instantes, disfrutando del paisaje. Una hermosa playa tropical flanqueada de altas palmeras se abría ante ellos en forma de media luna. Al fondo, los acantilados semiocultos por la bruma de las olas que rompían a su alrededor. Una pasarela de madera partía del pequeño porche, cubierto del mismo material, y avanzaba sinuosa entre arbustos cubiertos de flores hasta una caseta de techo de paja. Bajo su fresca sombra se resguardaban algunos parroquianos, sentados sobre altos taburetes. El olor a sal y a algas lo impregnaba todo. Casi podían sentir la suave brisa marina mecer sus cabellos.
- Venga, vamos a ver cómo es - tiró Alex impaciente de la mano de su compañera.

(members.aol.com/islandtmtr)

Una pequeña puerta se abrió ante ellos. Durante unos instantes permanecieron inmóviles, deslumbrados por el sol. Esperaron a que sus gafas se graduaran a la nueva intensidad de la luz y comenzaron a recorrer el porche hacia el camino.
Entonces sucedió. Sara pisó mal entre la última tabla del porche y la primera de la pasarela. El tacón automático de su sandalia reaccionó rápidamente provocando una brusca sacudida y Sara cayó sobre la pasarela, golpeándose con dureza en la sien. El golpe hizo saltar la patilla y sus gafas de sol salieron despedidas hacia la arena.
Instintivamente, estiró un brazo para tomarlas. No pudo reprimir un grito de sorpresa cuando sus dedos tomaron contacto con lo que, hasta ese momento, creía arena. Docenas de bolitas de corcho blanco se adherieron a sus dedos mientras cogía la patilla de las gafas. Levantó la vista a su alrededor. La pasarela de plástico azul avanzaba entre un mar de bolas de corcho. No había flores ni arbustos. No había arena ni conchas. El cielo anaranjado por la radiación estaba jalonado por franjas de pesadas nubes grises. Ninguna gaviota habría podido sobrevivir en aquel mar plomizo, de encrespado oleaje. A unos veinte pasos se encontraba la caseta de plástico reflectante. Junto a ella, los parroquianos conversaban animadamente encaramados a sus taburetes, todos con sus gafas de sol, ajenos a la realidad que les circundaba. Se dio la vuelta, boquiabierta aún. La mole del hotel ascendía hasta el cielo. Un imponente búnker de hormigón, salpicado de minúsculos ventanucos y recorrido por grandes tubos de aluminio anodizado.
Volvió sus ojos hacia Alex. Tardó unos segundos en reconocer que aquella masa de ciento cincuenta kilos de grasa fláccida, que mostraba impúdicamente sus rollizas formas era su compañero. Únicamente reconoció las gafas tintadas, que ocultaban sus ojos bajo un cráneo coronado con pequeños mechones de pelo gris, y el tanga irisado semioculto entre las carnes fláccidas. Tomó las gafas y las volvió como un espejo para mirar su propio rostro. Fue lo último que hizo antes de desmayarse.

martes, 13 de septiembre de 2005

Tercer Planeta, lugar de vacaciones (Capítulos I a IIII)

(perezo.tripod.com.pe//sitebuildercontent/sitebuilderpictures/tierrawallpaper.jpg)

La alarma saltó en el Centro de Seguimiento de Robledo de Chavela, en España (CSRC-Spain, para el resto del mundo).

Cuando el SEE (Sistema de Escucha Extraterrestre) comenzó a emitir las coordenadas, el operador saltó de su silla sobresaltado. Eran las dos de la mañana, y se encontraba en ese estado de semiinconsciencia tan habitual entre los operadores de noche, cuyo único cometido consistía en vigilar los monitores, que a su vez vigilaban los procesos que se ejecutaban en máquinas cuya ubicación física desconocían.
(www.sorgonet.com/security/tea/)
Mirar durante siete horas seguidas las seis grandes pantallas, en las que parpadeaban constantemente líneas con texto negro sobre fondo verde, esperando que una línea cambiara a amarillo o rojo era una labor estúpida y repetitiva, así que Juan había desarrollado una pequeña aplicación en su propio PC que vigilaba por su lado la salida de los procesos antes de que se enviaran a la consola y le informaba si alguno emitía una alarma. Esto le había mantenido ocupado unas semanas, pero el efecto – muy a su pesar – fue el contrario al deseado, porque ahora no tenía nada que hacer en toda la noche. Su programa le avisaba acústicamente y pasaba las noches en un estado de duermevela.

Lo primero que pensó fue que su programa fallaba, pero en el monitor de la consola una línea había pasado del verde al rojo: “Es extraño, juraría que nunca había saltado ese testigo”, pensó mientras abría el manual de operaciones. Recorrió con el dedo la lista de códigos hasta encontrar el que buscaba: “SEE-501” – repitió mentalmente – “página 187”. Abrió el manual por la página adecuada. “A ver... acciones correctoras... ¡que raro, no hay!. ¿Y teléfono del responsable?... menos mal, al menos puedo llamar a alguien.” Marcó el número de teléfono mecánicamente. “Un móvil – pensó – espero que no lo tenga apagado, o el coordinador se va a pillar un cabreo...”. A la sexta llamada, una voz somnolienta respondió al otro lado de la línea:
- ¿Hello, who is calling?
- ¡Joder, la hemos cagao, un guiri! – no es que le cayesen mal los extranjeros, pero su inglés no era precisamente fluido – Jelo, jiar Juan Domínguez, from di si-es-er-si-espain, güi jaf an craitical alarm on auer scrins - farfulló como pudo, sintiéndose estúpido e ignorante, como siempre que tenía que hablar en inglés.

La siguiente frase fue como un bálsamo para sus oídos:
- ¿Juan? Soy Luis Robles. – Luis y él habían coincidido en varios seminarios el año anterior - ¿qué pasa? ¿por qué me llamas a estas horas?
- Luis, ¡menos mal, chico!. Perdona que te despierte, pero tengo una alarma en el SEE, y no hay ningún procedimiento en el manual.
- ¿En el SEE? – preguntó Luis asombrado - ¿Estás seguro? ¿Qué código de alarma tienes?
- Un cinco cero uno – respondió Juan con un deje de familiaridad, “que se note que estamos acostumbrados a estas cosas...” pero no tuvo tiempo ni de acabar de pensarlo, porque del otro lado del teléfono, le llegó una especie de aullido:
- ¡Juan, voy para allá ahora mismo, no pierdas de vista el monitor!. ¿Tienes una consola de AIX?
- Por supuesto, tengo varias...
- Pues arranca una sesión contra sep001, user eepeese, pasgüor pajarobobo, y llama a eeesepeceteerreele con un forc a salidapuntolog. ¡Estoy allí en veinte minutos!

El chasquido del teléfono casi le dolió en el oído. “Pues sí que está histérico el Luis éste. Ni que la NASA fuese suya” – pensó mientras se sentaba delante de la consola y tecleaba lo que le acababan de decir - “pajarobobo, hay que j... con éstos y sus pasgüors... ya está. Ahora, eespctrl | fork ... espero que sea todo en minúsculas... ¡pues sí, parece que es esto!”
La pantalla comenzó a lanzar líneas ininteligibles de coordenadas:

x=1677E-10 y=18993E26 z=46145E02 v=7,133
x=1674E-10 y=18900E26 z=46149E02 v=7,132
x=1670E-10 y=18741E26 z=46156E02 v=7,134 ...

“Bueno, ya está hecho. Ahora, a esperar a éste. Pues me ha fastidiado la noche, hoy que quería descansar para quedar con Pili prontito...”


(www.sorgonet.com/security/tea/)

Luis conducía mecánicamente. Sus ojos, manos y pies reaccionaban de forma refleja ante el cambiante microcosmos iluminado por los faros. Alrededor, la nada se extendía en todas direcciones excepto aquel reflejo rojizo que se dibujaba en el retrovisor. Pero su cabeza estaba más allá: más allá de la sinuosa carretera de montaña, más allá de la oscuridad que le rodeaba, más allá de las estrellas que se vislumbraban intermitentemente entre las sombras de las copas de los árboles. A millones de kilómetros de distancia, un objeto de velocidad variable se acercaba al sistema solar. Al menos, así debería ser si el sistema de escucha funcionaba correctamente.
En las simulaciones el sistema se había comportado bien pero nunca habían podido contrastarlo con datos reales. Era la primera vez en tres años que devolvía una alarma, y no las tenía todas consigo. Mentalmente se iba preparando para la decepción: seguramente sus cálculos serían erróneos; la atenuación de la señal en el espacio o la distorsión provocada por los campos magnéticos de otros cuerpos celestes podrían haber devuelto una lectura equivocada; quizás los algoritmos no eran los correctos... En estos momentos, hasta dudaba de la posibilidad de que se pudiera interpretar el retorno de las ondas emitidas desde la Tierra. Demasiadas incógnitas en juego, demasiadas excepciones que no sabían tratar. En todo caso, lo único que podía hacer era acercarse al centro de seguimiento y ver los datos con sus propios ojos.

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El coche dio un bandazo a la salida de la curva. Había pisado el arcén, tapizado de pinaza seca. Tuvo que dar un volantazo para evitar salirse directamente al pinar. A éste le sucedió otro y otro... estaba perdiendo el control del vehículo. Las luces iluminaban ahora la ladera de la montaña, ahora el talud, la carretera había desaparecido, no conseguía orientar el morro, las ruedas gimieron, algo golpeó debajo suyo y una rama entró por el parabrisas con gran estrépito.
www.owlfish.com
Juan releyó por tercera vez las notas de turno. No le hacía gracia tener que dejar mal a un compañero, pero aquél tipo se lo había ganado a pulso. Había pasado la noche escuchando el pitido del monitor y no se atrevía a cerrar la sesión abierta en la consola. En la pantalla, las líneas de coordenadas continuaban saliendo a razón de una cada tres segundos. De puro aburrimiento estuvo un rato cronometrándolas. Para ser más exactos lo hizo cinco veces a lo largo de la noche. No sabía que conclusión podría sacar si en lugar de un segundo y medio tardaban seis y cuarto, o sólo medio segundo, pero no tenía nada mejor que hacer. Bueno, eso y calificar mentalmente a la familia de Luis Robles, que culpa tendrían los pobres.
Pero Luis no dio señales de vida. No apareció en toda la noche. El móvil daba desconectado o fuera de cobertura; buscó el teléfono de su casa, pero no apareció tampoco por ningún lado y la noche, mirando de reojo el monitor de la cámara de seguridad de la entrada, se le había hecho interminable. Parecía como si llevara semanas allí encerrado, sin más pasatiempo que mirar las líneas que seguían llenando con exasperante regularidad la pantalla de su monitor.
www.vilspa.esa.es
Y Luis, sin venir. Estos jefes de proyecto eran la leche. Seguro que había decidido pasarle el marrón a algún becario, que aparecería a las nueve de la mañana recién afeitado y mas despistado que un piojo en la cabeza de un calvo, detrás de sus enormes gafas de concha. Y a él, que le zurzan ¿no?.
No podía dejar el incidente abierto, sin más. ¿Cómo justificaba a su relevo aquella sesión abierta? y ¿qué le decía que hiciera con ella? Odiaba rellenar informes. Varias veces había estado a punto de cortar el proceso y mandarlo todo a freír espárragos. Así no tendría que justificar nada. Pero, si aparecía Luis por la mañana o mandaba a alguien ¿qué iba a decirles? Así que finalizó la descripción de la incidencia con un lacónico: "Esperar a la llegada del Jefe de Proyecto".
Santiago entró en la sala a las siete y cinco de la mañana, fresco y recién afeitado, y encontró a un Juan cabreado, que esperaba impaciente con el abrigo puesto y la mochila preparada para marcharse.
- Qué pasa, Juanito...¿Cómo ha ido todo?¿Alguna novedad? - preguntó con aire rutinario, como hacía cada mañana, pero con cuidado de no acentuar demasiado ninguna palabra. - "Joder, parece muy enfadado, cualquiera le tose.." - pensó para sus adentros.
- Ahí te dejo las notas de turno. Cuando vengan del proyecto SEE, les dices que en la consola cuatro tienen volcándose sus datos. Menuda noche me han dado. - y dando un portazo, salió de la sala como un vendaval.
"Lo dicho, éste se ha quedado sin polvo este finde" - pensó Santiago mientras se sentaba en su silla y abría el documento - "¡Pero si no ha pasado nada!, una alarma en ese-e-e. Pues no entiendo a que viene esto. Si le hubiera tocado lo que a mí... algunos se quejan de vicio. Pues nada, ahí se queda en la consola, y a esperar a que vengan..."
Cuando, a las doce de la noche, apareció Juan a hacer su relevo, estaba de un humor de perros. Había discutido con Pili. Ella quería pasar la semana santa en el apartamento de Benidorm, con su madre, su hermano y sus sobrinos. No entendía por qué no podía pedirse un día libre, total, solo un día. ¿Es que los otros no faltaban cantidad de veces?¿Acaso no le tocaba a él doblar turnos para suplir a Santiago o a Miguel? Lo que pasaba es que él no tenía huevos. Los demás le tomaban por idiota. Claro, cuando era ELLA la que le necesitaba, no podía hacer nada; pero que se lo pidiera un compañero: entonces se bajaba los pantalones hasta los tobillos.
Había dejado en el bolsillo el anillo que le había comprado, furioso. "¡Si seré imbécil...me dejo la pasta en esta porquería, que cuesta el sueldo de tres meses... me harto a doblar turnos por pillar dos duros...es que soy idiota. Todas las mujeres son iguales. Mi madre, mis hermanos, mi menda y, por último, el payaso de mi marido!"
www.faa.gov
Miguel estaba tomándose el último café de la tarde, recostado indolentemente en la butaca. Le recibió con un guiño familiar:
- Que tal, Juanito, dice Santi que anoche te piraste cabreado. Tranquilo, tío. ¿No lo ves? Al final ni se han pasado por aquí los del ese-e-e. No te agobies, chaval, que estos son todos iguales. Mira, ahí sigue la consola escupiendo líneas como loca. Por cierto, que el fichero de log ya ocupa 20 megas, pero no te preocupes, que ya me han ampliado el failsistem. - Al ver que Juan no le respondía, prosiguió como si nada - Bueno, yo me piro que esta noche tengo partida de póker. Abur, chavalote - terminó mientras se dirigía a la puerta.

Juan lanzó una mirada de odio a la consola, que continuaba emitiendo su informe a intervalos regulares:

x=423E-10 y=5317E26 z=6212E03 v=3,100
x=419E-10 y=5284E26 z=6239E03 v=3,110
x=416E-10 y=5226E26 z=6248E03 v=3,108
...


La madre que les... ¡pues se van a jorobar!. ¡Si es tan urgente, que vengan ellos a arrancarla! Tecleó furiosamente: controlcé, controlcé, controlcé, quilmenosnueve... y después, con gran dignidad, se dirigió parsimonioso a la máquina del café.






La nave atravesaba a velocidad vertiginosa la galaxia. Todos sus viajeros dormían, mientras el piloto automático ajustaba la velocidad para evitar las órbitas de los asteroides erráticos. Habían salido de la velocidad de crucero hacía rato, y la nave desaceleraba paulatinamente a medida que se acercaba a su destino. La computadora inició la secuencia de acercamiento. Los durmientes fueron despertando poco a poco, entumecidos aún por el efecto del narcótico. Una luz tenue iluminó la sala de hibernación y las carcasas de los nichos se abrieron dispersando una pequeña nube de vapor.

Zaus se acercó al tablero de control. Tratando de enfocar sus ojos, observó cuidadosamente la pantalla de navegación.
- Estaremos en órbita en unos instantes - anunció al resto del grupo.
- De acuerdo, cariño. Déjanos un momento, porque Hercles se ha vuelto a levantar mareado - respondió Hara.
- Intenta que no manche otra vez el suelo de la cabina, por favor. - respondió su marido - No me apetece nada hacer todo el camino de vuelta con ese asqueroso olor flotando por todas partes.
- Vale, vale...¡Temisa, deja en paz a tu hermano! - la mano de Hara chasqueó sobre la nuca de la niña, que se dedicaba a dar vueltas alrededor del mareado pequeño.



Zaus volvió a concentrarse en el tablero. Allá abajo, su destino refulgía bajo la luz de su única estrella.
- Mira, Hara, es más bonito aún de lo que recordaba. Mira qué mares, qué hermosas bahías... estoy deseando aterrizar y darme un baño en aquella pequeña calita - añadió señalando un lugar del mapa.
- Sabía que era buena idea volver, cariño, aunque estuviera tan lejos - respondió su compañera, orgullosa.
- Ya, pero eso que dicen de los insectos... espero que no sea verdad que se han multiplicado, no me apetece nada tener que pasar todo el día fumigando a mi alrededor.
- Ya veremos. Ya sabes que estos destinos exóticos suelen ser así, aunque muchas veces sólo se trata de leyendas, que propagan los viajeros para que la gente no venga y preservar su pureza. La otra vez no había tantos, ¿verdad?

Zaus sonrió recordando su primera visita, nada más nacer los pequeños. Hercles correteando por todas partes... Temisa dibujando riachuelos con su manita... cuántas veces habían recordado juntos aquellas vacaciones frente al álbum de recuerdos...






continuará...

martes, 30 de agosto de 2005

El Microscopio

Permitidme que, en la línea esta de relatos apocalípticos, os muestre uno que llegó hasta nuestros días. El hecho de que haya sobrevivido tanto tiempo esta historia no es tanto por su dudosa calidad literaria como por que casi acierta. En una ocasión - aún falta un poquito, pero no mucho - casi sucede de verdad.
Seguro que, cuando veáis la noticia en vuestros ¿televisores?¿monitores? (no estoy seguro ahora mismo de cómo les llamáis a estas alturas) os acordaréis de mi relato.

P4B10







Tenía que ser por casualidad: la casualidad quiso que estuviera aquella noche en el laboratorio. La casualidad hizo que se estropeara el mecanismo de retroiluminación del microscopio electrónico. La casualidad, que mirara a la pantalla en ese momento. La casualidad, que me fijara en aquel pulso de luz.

Se trataba de una célula humana. El zoom indicaba quince millones de aumento, lo que mostraba claramente el citoplasma. Intrigado, ajusté los parámetros de nuevo, centrando en la pantalla el objeto luminoso. Incrementé el zoom en otro millón de aumentos.

"Sí," - pensé - "parece como si tuviese luz propia. ¿De dónde vendrá?"

Cerré puertas y ventanas, apagué todas las lámparas del laboratorio, del pasillo, de la escalera... la luz continuaba. Cambié la orientación del monitor, aseguré las cortinas... ahí seguía. Si podía demostrar que emitía su propia luz, éste sería el primer cuerpo intracelular con esas características. ¡ Y donde hay luz hay energía!. Volví a incrementar el zoom del microscopio en otros diez millones de aumentos. La figura luminosa era redonda y emitía una luz rojiza. Otros cinco millones de aumentos y pude ver cómo a su alrededor giraban otros cuerpos más pequeños, reflejando su luz intermitentemente. Pensé en la diferencia de temperatura entre el objeto luminoso y los pequeños cuerpos de alrededor. Debía ser impresionante...

Fijé mi atención sobre un minúsculo cuerpo azulado, que giraba alrededor del gran objeto central. Mientras giraba formando una elipse alrededor del objeto luminoso, giraba también sobre su propio eje, como si alguien hubiera estado jugando al billar en tres dimensiones y lo hubiera lanzado tan lejos como la gravedad del elemento principal lo permitiese. Volví a subir el aumento, maravillado: se trataba de un objeto esférico, y la cara que quedaba oculta a la luz irradiaba también luz propia. Resultaba alucinante observar como, a medida que iba girando sobre sí mismo, las partes que quedaban a oscuras se iban iluminando, y se volvían a apagar al recibir de nuevo la luz directa del gran objeto luminoso. Subí el zoom diez millones de veces. Era realmente excepcional. Al observarlo desde más cerca comprobé que el objeto en sí no tenía luz propia. Miles de pequeñas fuentes de luz se iluminaban en la superficie de la esfera cuando ésta quedaba oculta a la luz del otro objeto.

Tuve que puentear varias conexiones y dejar inoperativos varios sistemas para asignar sus recursos al ordenador central, pero conseguí subir el zoom en otros diez millones de aumentos. Me llamó poderosamente la atención una zona que, cada vez que entraba en las sombras, se iluminaba con un gran círculo de color violeta, único en toda la superficie de la esfera. Gracias al simulador pude comprobar que se trataba siempre de la misma zona. El fulgor violáceo aumentaba ligeramente por cada vuelta de la esfera. Necesitaba más recursos si quería acercarme más aún. Desconecté todos los sistemas auxiliares y los asigné al sistema principal.

Al cabo de poco rato pude observar como de otra parte de la esfera se elevaba una fina columna rojiza, para volver a caer en otro lugar diferente del cuerpo. Al instante, desde la zona donde había caído la estela, se elevaron docenas de estelas iguales en dirección al sitio de donde procedía la primera. Antes de que llegaran, volvieron a elevarse docenas desde el primer sitio. Fue increíble ver como se cruzaban las estelas en el aire, sin chocar entre sí. Al tocar superficie las primeras estelas, observé que a su alrededor crecía una graciosa nubecilla de vapor. Eran tantas que la zona entera se cubrió de vapor irisado. No se había disuelto cuando el segundo grupo tocó suelo a su vez. En este caso fue aún más espectacular, porque donde cayeron estaba a la sombra. Todas las lucecillas que salpicaban la zona se apagaron al instante, y esta vez cada nube de vapor venía precedida por una hermosa luz anaranjada. Cuando las nubes se juntaron, toda la zona quedó iluminada de color naranja. Estaba maravillado con la hermosa reacción en cadena, pero sospechaba que necesitaría más definición para poder explicar tan extraños fenómenos. Y esto significaba dinero. Con lo que acababa de descubrir, el Instituto me concedería un aumento de la beca. Ya me veía recibiendo el Nóbel: "Científico del Instituto Astrofísico de Palo Alto, California, descubre las partículas intercelulares capaces de explicar las leyes que rigen el Universo." Decidí avisar al director del área de investigación para mostrarle la extraña esfera. Después podría pedirle el aumento.

Nada más salir al pasillo, supe que algo no iba bien. Una luz violácea inundaba todo el edificio. Me acerqué al amplio ventanal. Eran las dos de la mañana, y la luz violeta inundaba hasta donde alcanzaba la vista. "Estoy soñando" - pensé. En la planta baja encontré a la secretaria del director, que bajaba corriendo las escaleras. "Sara, ¿qué sucede, por qué corres?" - le grité antes de que se escapara por la puerta lateral. Sara se detuvo apenas un instante para gritarme: "¿No has visto el cielo? ¡La guerra acaba de empezar! Toda la Costa Este ha sido arrasada y una gran nube radioactiva se dirige hacia aquí. ¡Moriremos todos, esto es el fin! "

Me precipité escaleras abajo hasta mi despacho. No podía permitir que mi descubrimiento desapareciera conmigo. Comencé ha redactar un mensaje. Si lo enviaba a toda mi libreta de direcciones, alguien lo recibiría... Me interrumpió el jefe de seguridad, que venía - literalmente - barriendo todos los despachos y echando a todo el personal:
- "¿Qué haces aquí todavía? ¿No sabes que la guerra ha comenzado? Para colmo, el microscopio electrónico está a punto de estallar. Se ha producido una reacción en cadena porque alguien ha colapsado el sistema de aumentos, consumiendo todos los recursos del sistema; los servidores de seguridad han sido desconectados... ¡Corre, va a explotar!"
- "¡Tengo que enviar este informe antes de que la nube llegue aquí. No permitiré que este descubrimiento quede en el olvido!" - le grité mientras machacaba furiosamente el teclado.
- "No saldrá. Alguien ha reasignado los recursos del servidor de correo al servidor de imágenes del microscopio. ¡Olvídalo y corre!" - me gritó mientras corría hacia la salida.

(www.clinicamente.com.ar)

Como cada mañana, Robert recogió el periódico y se sentó ante el café, que le esperaba humeante. Comenzó a leer, somnoliento. Segundos después estaba despierto como si llevara horas levantado:




Diario de Sydney Martes, 19 de diciembre de 2006.


LA GUERRA HA COMENZADO. EL FIN DEL MUNDO ES INEVITABLE

A estas horas, los Estados Unidos de América se encuentran bajo una nube radioactiva. Todo el continente americano está afectado, y la nube se desplaza a gran velocidad por el Pacífico. Se calcula que estará aquí en menos de catorce horas.

Todo comenzó cuando el Sistema Automático de Defensa de los EEUU (SAD) detectó un aumento irracional de radioactividad en Palo alto, CA. El sistema reaccionó en menos de diez segundos, enviando una andanada de misiles intercontinentales a Moscú, Pekín y Seúl. Los chinos y los coreanos no llegaron a reaccionar, pero desde la estepa siberiana partieron inmediatamente cincuenta misiles dotados de cabezas nucleares, que impactaron en Washington, New York y las principales ciudades de la costa este americana a las 08:06 a.m., hora local. La inmensa nube radioactiva recorrió todo el subcontinente en menos de cuatro horas. Se calculan en millones los muertos sólo en los EEUU.

Al cierre de esta edición, la nube llevaba recorrido un tercio del océano. Se calcula que llegará aquí esta misma tarde. El gobierno ha decretado el estado de excepción. Se recomienda a la población que no salga de sus casas. Nada se puede hacer para evitar la hecatombe. Europa, Asia y América del Norte yacen ahora mismo sometidas a temperaturas cercanas a los 300º C. Las comunicaciones intercontinentales están interrumpidas.

Sólo nos queda rezar.

lunes, 29 de agosto de 2005

La lámina Riotinto

Río Tinto, Huelva. (nai.arc.nasa.gov/poster/poster_images/poster1_image5_RioTintoWater.jpg)



Ejercicio 6: La lámina Riotinto

Hace unos ciclos se encontró en el paraje conocido como SPN, al sur de lo que los antiguos pobladores llamaban ‘Europa’, el escrito mejor conservado en lengua arcaica. Gracias a él se pudo descifrar una de sus lenguas principales y su contenido fue crucial para conocer las razones del fin de su civilización. Al principio se pensó que la suya era una lengua universal autotraducida como la nuestra, pero ahora - gracias a las laminillas fortnóxicas (*) - sabemos que coexistieron varios lenguajes en diferentes puntos del planeta, si bien no ha sido descifrado el propósito del código de color utilizado en éstas.


La lámina Riotinto relata el fin de una era, y el dramatismo que subyace entre sus líneas nos debe mover a la reflexión. Por más que pueda parecer risible la ingenuidad de los pobladores, no se debería tomar a broma la decadencia de una civilización. Dos de saurios y tres de homínidos poblaron el planeta antes que nosotros. Nadie sabe lo que el destino depara a la nuestra.


Insto a estudiantes y aprendices a una lectura minuciosa y a la meditación sobre lo que la lámina contiene, tanto en su forma como en su fondo.


Espero sus trabajos en mi bandeja para el final de la próxima rotación.






LA LAMINA RIOTINTO (aprox. 3600 ciclos antes de La llegada)

“La roca llegó a Pasadena a finales del 2007. El proyecto había costado millones de dólares y se necesitaron dos años para diseñar un vehículo capaz de ir y volver al planeta rojo. 100 millones de personas pudieron presenciar en directo cómo la Mars Launcher lanzaba la primera sonda sobre la superficie del planeta.

El vehículo Mars Collector tardó un día completo en recolectar los fragmentos de jarosita, hematites y otros sulfatos que desvelarían la huella del agua en la superficie marciana. Mientras el Mars Collector desempeñaba sus funciones, la Mars Launcher enviaba otra sonda, con el Mars Spoon en su interior, sobre el polo sur del planeta. La misión tuvo menos éxito que la anterior, puesto que la nueva sonda desapareció de las pantallas nada más tocar suelo marciano. No obstante, y tras completar su sexta órbita al planeta, la Mars Launcher recibió en su interior al Mars Collector con su cargamento de rocas y emprendió el viaje de vuelta a nuestro planeta dos días después.

Tras ocho meses de viaje, la Mars Launcher dejó caer su preciado cargamento sobre el pacífico antes de desintegrarse completamente en nuestra atmósfera. Medio planeta aplaudió satisfecho el éxito del primer viaje de ida y vuelta a un planeta de nuestro sistema. Dos meses después, tras una rigurosa cuarentena en una cámara de vacío, los fragmentos de roca fueron llevados al laboratorio de la NASA en Pasadena, en medio de un gran espectáculo mediático. Una semana más tarde, una filtración a la CNN reveló que el laboratorio estaba en cuarentena. Nadie había sido autorizado a entrar ni salir desde 48 horas antes, y los familiares de los trabajadores del centro aseguraban que no tenían noticias de sus parientes desde hacía 72 horas.

La prensa especulaba con una posible infección, no detectada durante la cuarentena, que habría obligado a sellar el moderno laboratorio. Algunos testigos afirmaban haber visto entrar varios vehículos del Centro Nacional de Control de Epidemias. La Guardia Nacional custodiaba el recinto y había establecido un perímetro de seguridad de cinco kilómetros.

Dos días después, la comunidad internacional contemplaba asombrada cómo una sustancia de aspecto pegajoso y color ocre ocupaba el lugar donde horas antes se encontraba el edificio principal del laboratorio, de varios cientos de metros de largo y cinco pisos de altura. Todo había transcurrido durante la noche, y el fenómeno fue filmado por un helicóptero de la ABC News a la mañana siguiente. Las autoridades norteamericanas tuvieron que reconocer, en rueda de prensa, que "algún tipo desconocido de sustancia se había expandido de forma incontrolada desde uno de los cuartos estancos, haciendo estallar paredes y techos, y no habían conseguido eliminarla ni frenar su crecimiento en ninguno de los intentos que se habían realizado."

El Director del Centro Nacional de Control de Epidemias, Ralf Chainman, explicó que la guardia nacional había intentado reducir el extraño liquen de varias maneras, pero la única conclusión que habían sacado era que crecía al tomar contacto con el agua, lo cual había sucedido de forma masiva al reventar las cañerías de conducción del laboratorio.
"Estamos trabajando para aislar la sustancia, que tiene un PH extremadamente ácido, lo que impide cualquier contacto físico con ella" - afirmó.

Se levantaron voces en el mundo entero abogando por la destrucción inmediata del extraño cuerpo, cuya expansión continuaba ante la alarma general, a pesar de haber evacuado un radio de diez kilómetros a la redonda, haber cortado y vaciado por absorción canalizaciones de agua y rociado la superficie con un polvo hidrófilo que había quemado toda la vegetación en el radio indicado. Algunos científicos proponían el lanzamiento de bombas de vacío sobre el ente, otros su destrucción mediante explosiones, pero la NASA afirmaba que ambas cosas se habían intentado ya sin éxito, cuando el engendro tenía menores proporciones. Ante el horror de medio mundo, en menos de dos semanas la mancha había crecido hasta ocupar la mitad del estado de California y su límite se acercaba peligrosamente a la costa del océano pacífico.

Esta es la última noticia que tuvimos del "chicle marciano", como se le llamaba aquí en Huelva. De eso hace dos semanas, y todo lo que sabemos es que las comunicaciones con el continente americano están interrumpidas y los satélites del resto de las naciones únicamente muestran una mancha informe que ocupa toda la extensión del continente americano.

Por televisión nos muestran imágenes enviadas por el satélite en las que se puede observar que las aguas del Pacífico se han tornado de color negro desde la costa americana hasta las islas Marshall, mientras archipiélagos como las islas Hawaii, Fiji o Nueva Zelanda están cubiertas por una capa de varios kilómetros de esa sustancia ocre. Los habitantes de Australia huyen despavoridos hacia el continente asiático en cualquier medio de transporte que puedan conseguir y Japón se dispone resignada a una evacuación que se antoja en todo punto imposible. En el atlántico, al que la sustancia llegó una semana más tarde, la mancha negra se encontraba esta mañana a unos cientos de millas de las Azores.

Mi madre y yo hemos decidido no marcharnos del pueblo. Nosotros ya sabemos cómo se las gasta el Río Tinto, que discurre a pocos metros de nuestra casa. Todo el mundo dice que en Marte el agua era como la del Tinto, y aquí la vida nace de espaldas a sus aguas ácidas y corrosivas. Además, a dónde vamos a ir. Si la mancha sigue creciendo ocupará todo el planeta antes de un mes...

Madre pasa el día entero en la iglesia, rezando por los millones de desgraciados que han muerto en el último mes, aunque el cura se marchó ayer dejando el templo vacío y no hemos vuelto a verle.

Ahora en el pueblo sólo quedamos seis familias. Y la Sole, esa que decían que iba para modelo en París, se dedica a cepillarse a todo bicho con pantalones que encuentra, así que ahora está tumbada en mi cama - quién me lo iba a decir a mí - fumándose un winston muy despacio, como las actrices de las películas.

No creo que pasemos de esta noche, así que dejaré este escrito en la caja de caudales que dejó abierta padre antes de marcharse a Alemania. He pensado que, como la caja es de plomo, quizás el papel sobreviva y alguien pueda encontrarlo alguna vez.”









(*) Las laminillas fortnóxicas deben su nombre al paraje subterráneo donde fueron halladas, en el cual una inscripción en su lengua hacía referencia al nombre del lugar. Los alumnos que deseen subir sus calificaciones pueden ampliar la disertación con un comentario sobre las diferentes teorías suscitadas acerca de sus inscripciones grabadas, las similitudes y las diferencias entre ambos hallazgos.





Saludos a la gente del siglo XXI

Para cuando yo nazca, ninguno de vosotros vivirá ya. Sin embargo, me siento en parte obligado a vosotros.
Quisiera poder ayudaros en los principales retos que afrontaréis (o afrontásteis, depende del punto de vista) en los años próximos.
Quisiera, pero no debo. Quisiera daros las pistas para resolver lo del cambio climático, las guerras, las diferencias sociales, quisiera daros ya mismo las claves para la convivencia y para un sistema social equitativo.
Pero no puedo. Si lo hiciera, cambiaría el curso de la Historia. Ese curso que nos ha llevado hasta aquí, con sus aciertos y sus errores. Soy consciente de las muertes y el sufrimiento que costará llegar hasta este punto: ni más de lo que costaron otros tiempos, ni menos de lo que es soportable imaginar.
Pero el proceso de aprendizaje es así, está basado en los errores y las lecciones que se extraen de ellos. Ni puedo ni debo escatimaros esas lecciones y las conclusiones a las que podréis - y podemos ahora - llegar a partir de ellos.
Sólo puedo, por lo tanto, dejar testimonio de una cosa: Sobreviviremos (sobrervivimos) a todo ello. El mero hecho de que esté escribiendo para vosotros ya lo indica.
A poco que reflexionéis, podréis imaginar que tampoco os puedo revelar ni el lugar ni la época exactos desde los que escribo, pero creo que sí os podré decir que vivo en La Tierra y que falta aún mucho tiempo para mi nacimiento - si es que estáis leyendo esto en la época en que se publicó (lo publicaré) originalmente.
Hoy por hoy es posible enviar una huella electrónica a través del tiempo. Hacia el futuro o hacia el pasado. No voy a explicaros el principio de funcionamiento de esto. A su debido tiempo lo descubriréis, podéis estar seguros.
Por hoy, sólo quiero deciros una cosa: "Ánimo. Vais a conseguirlo."

P4B10

jueves, 10 de febrero de 2005

De Laura

El Beso

Laura, una grandísima amiga, nos envía este precioso post:

"Esta es la historia de un beso... el beso con más amor jamás dado:

Hubo una vez un beso, que sabía cual era su destino, pero no podía ser entregado.

Un beso errante, un beso que buscaba su lugar. Lo encontró. Encontró los labios donde posarse pero era rechazado, aquellos labios no querian ser besados.

Y el beso esperó, paciente, hasta que llegó la noche y con ella el mundo de los sueños. Cuando todo era silencio, cuando sólo la luna y las estrellas le observaban, el beso se posó en ellos suavemente y allí se quedó para siempre, en esos labios tan especiales que nunca sabrán que recibieron el beso con más amor jamás dado."

Merecía la pena, ¿verdad?