miércoles, 1 de febrero de 2006

Adios, compañero

Querido compañero:

Cuantos años hemos pasado juntos, desde aquel lejano día en que te cruzaras en mi camino de adolescente tímido.

En aquellos días, mis preocupaciones se limitaban a hacerme un hueco en la pandilla e impresionar a alguna que otra muchacha. Y allí estabas tú para ayudarme, prestándome ese aire de desenfadada arrogancia que me permitía simular una madurez que estaba aún lejos de poseer. ¡Qué tiempos aquellos! Aún me veo apoyado indolente en la esquina de los billares, sosteniendo con desfachatez la mirada retadora de El Rubio, a salvo entre tus volutas azules. Winston americano. Ahí es 'ná'. Dejaba el paquete bien a la vista sobre la mesita de cristal de la discoteca. Ninguno de mis compañeros podía competir con eso. Invariablemente, todas las chavalas que se acercaban al grupo acababan por tomar el paquete en sus manos. "¿Me das uno?" Sus pestañas batían el aire enrarecido y sus ojos se posaban en los míos, alisando sus falditas a cuadros con gesto coqueto.

Más adelante, ¡con qué placer aspirábamos tu humo Lucía y yo aquellas tardes, en el asiento trasero del Simca mil!

Poco después, tú me ayudaste a acortar las largas horas de espera en la mili, mientras soportaba el frío encogido bajo la áspera manta. Fuiste mi refugio cuando necesitaba hacer un descanso en las noches de estudio en la facultad. Tu ayuda me infundió de nuevo una seguridad que estaba lejos de sentir en la entrevista con el señor Ramírez, cuando por fin me admitieron en el periódico.

Nunca olvidaré con qué orgullo repartía mi padre aquellos habanos el día de nuestra boda. Como sólo permitían traer un cartón por persona, cuando volvimos de nuestro viaje de novios a Canarias, engatusamos a la mitad del Inserso para que nos escondieran el resto en sus maletas.

Aquella otra larga noche mientras esperábamos a que naciese Clara, tú fuiste mi única compañía en la solitaria sala del hospital. Al día siguiente, el padre de Lucía vino desde el pueblo cargado de puros para repartir a toda la familia. Tú fuiste otra vez mi refugio en las noches en vela en la edición del periódico, esos años que estuve doblando turnos. Fuiste el bálsamo que alivió mis heridas cuando Lucía y yo empezamos a sufrir aquellas eternas discusiones. Aún me parece ver a Lucía el día que firmamos los papeles del divorcio, con aquel cigarrillo negro en sus manos. En ese mismo instante supe que se había enrollado con su peluquero: Jacinto y su apestoso Ducados.

Hemos pasado muchas horas juntos, sí. Horas tristes y alegres, horas de nervios y de alegría, amigo mío. Pero no me queda más remedio que dejarte. Ese maldito matasanos me ha dado un ultimátum: somos o tú, o yo. Por eso, querido compañero, hoy me despido de ti. La vida es injusta, ya lo sé, pero no puedo hacer otra cosa. Igual que un día Lucía me dejara por Jacinto, hoy soy yo el que te deja. Pero yo no voy a mentirte como ella. Yo voy a ser sincero contigo.

Querido compañero: desde hoy te cambio por un parche.

2 comentarios:

  1. Lo del parche ha ido muy bien.

    Según SilQuitMeter, llevo sin fumar 2 meses, 3 semanas, 13 horas, 48 minutos y 23 segundos.
    He dejado de fumar 1611 cigarrillos
    Me he ahorrado 169,12 €uros
    Y viviré 5 días, 14 horas, 15 minutos más.

    Si alguien quiere dejarlo, que se pase por

    http://www.vidasintabaco.com

    a mí me ha ido bien (de momento)

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  2. ¡Muy bien! Qué sepa él, tú y los otros ... quien manda ...

    ¡En tu vida, mandas tú!

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