domingo, 12 de marzo de 2006

Benito el pocero



Desde su más tierna infancia, la mayor pasión de Benito era hurgarse en la nariz. Como su madre le reprendía, Benito acostumbraba a esconderse en el desván y allí pasaba las horas dedicado a sus prospecciones.

Tuvo que abandonar pronto la escuela, donde su incomprendida afición le valió el sobrenombre de 'El Minero'. Pero eso no fue un problema, porque de mayor quería ser pocero. Benito pasaba las horas junto a la manguera de la cisterna, apretando el botón rojo con una mano y dedicado a su deporte favorito con la otra. Terminado el trabajo, conducía su camión por la ruta que tenía más semáforos, en los que se dedicaba a su obsesión con afán.

El día que se estropearon las barreras del paso a nivel de Entrevías, Benito comenzó a hurgarse como de costumbre. Como las barreras no levantaban, él siguió y siguió. Al principio fue un dedo. Luego, la mano entera. A los cinco minutos, entraba el brazo hasta el codo y así hasta que todo él se dió la vuelta como un calcetín.

Cuando repararon la avería, los indignados conductores no acertaban a comprender cómo alguien había abandonado aquel camión en marcha, dejando un mono azul sobre el asiento y unas botas junto a los pedales.

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